Daniel Quintero prometió hacerle “Reset” a la política, pero terminó reseteado por la justicia, por las instituciones y por sus propios errores. El mismo que señalaba a todos de corruptos hoy carga con una larga lista de investigaciones y cuestionamientos que lo persiguen más allá del cargo.
La Registraduría le dijo NO a su candidatura (Se salva Colombia de ese personaje). Un golpe directo a quien quiso venderse como símbolo del cambio mientras repetía las viejas mañas del poder, disfrazadas de discurso ciudadano. Quintero y su círculo cercano, para los que no lo conocen, no son víctimas: son protagonistas de escándalos que tienen que responder ante la ley. La Fiscalía lo imputó por peculado, prevaricato e interés indebido en la celebración de contratos por el caso del lote “Aguas Vivas”, inflado de 2.700 millones a más de 48.000 millones. La Procuraduría investiga los millonarios contratos del INDER Medellín durante su administración. Su esposa, Diana Osorio, ha sido señalada por presunto tráfico de influencias y uso político de recursos públicos. Exfuncionarios de su círculo, en EPM, el Dagrd y Empresas Varias, están en el radar por sobrecostos, nóminas paralelas y direccionamiento de contratos. Mejor dicho, se robaron a Medellín.
Eso fue el “reset”: un proyecto político montado sobre mentiras, populismo y contratación. Quintero no vino a transformar Medellín, la convirtió en un botín.
Y ahora que tiene audiencia el 21 de noviembre, ojalá dé la cara ante la justicia y no salga con otra excusa chimba, como acostumbra cuando los reflectores apuntan hacia él. Medellín y Colombia merecen respuestas, no discursos de víctima ni pantomimas de redentor caído.
El “reset” se le devolvió y esta vez, el sistema lo apagó por completo.
Daniel Quintero, no te vistas que no vas.